Discurso del graduado destacado Ing. Leonel Bianchi
Fue pronunciado durante la colación de grado del miércoles 31 de julio en el Aula Magna de UTN BA.
Buenas tardes a todos,
Siempre busqué encontrar explicaciones a las cosas profundas y difíciles de explicar, que realmente constituyen la esencia humana: ¿de dónde venimos? ¿hacia dónde vamos? ¿cómo funciona el cerebro humano? y, claro, ¿por qué miramos a Tinelli?
Durante mis primeros años de graduado, estuve desarrollando un proyecto titulado “Modelado Numérico de Vibraciones en Estructuras de Puentes bajo Cargas Dinámicas”. Era complejo y profundo, pero me encantaba. Sin embargo, en un momento comencé a deprimirme. No tenía con quien compartir lo que hacía, a nadie le importaba ni nadie lo entendía. Al mismo tiempo le faltaba el componente humano: trabajar con otros, ayudando a algún otro. Somos seres sociales.
Probando trabajos y proyectos distintos descubrí que es fundamental atar lo que hacemos a un propósito, a algo que nos llene, que tenga sentido, que mejore la vida de alguien más, que nos haga parte de algo más grande que nos conecte con el largo plazo. Que sea independiente de un resultado y no persiga status ni reconocimiento…
Con la mentalidad de hace unos años, hoy me dedico a construir modelos matemáticos para gestionar la salud. Pero mi interpretación actual de lo que hago es completamente distinta: mi tarea no es resolver ecuaciones ni armar modelos matemáticos, sino construir una salud más eficiente que la haga accesible y de calidad para todos.
Definir lo que hacemos de esta manera es mucho más gratificante y, sobre todo, nos da más libertad. Las tecnologías cambian, pero el propósito no. Dejamos de ser meros profesionales para convertirnos en personas que construyen sentido, que resuelven problemas que el mundo demanda. Verán cómo dejará de importarles el nombre cool del puesto que ocupan en una empresa, el ego o cuánto dinero generamos: tener un propósito nos hace más felices y nos da un sentido, una razón de ser, un orden. Y antes que ingenieros, somos personas, y como tales, buscamos la felicidad y el significado de nuestra existencia.
Al mismo tiempo, comencé a desafiar el concepto de emprendedor, comúnmente entendido como la persona que identifica una oportunidad de negocio, la lleva adelante y genera valor y rendimientos. Esto no me entusiasmaba mucho. Me gusta más pensarlo como una persona que ve algo que no le gusta, que no es bueno para el mundo, que le molesta que sea de esa manera y lucha por cambiarlo. Esta es una mirada mucho más humanista del emprender, nos conecta con quienes somos.
Pensando en mis recuerdos de la facultad, siempre se relacionan con dos cosas: momentos divertidos con mis compañeros y las idas y venidas al campus en las horas más tempranas y tardías del día. De las experiencias, lo que más nos queda son los vínculos que generamos, las historias que construimos y el esfuerzo que dedicamos.
Muchos de ustedes, en sus veintes, se encontrarán debatiendo si seguir con una maestría, mudarse al sudeste asiático o abrir un parripollo con su mejor amigo. Por momentos, yo también me encuentro ahí. Todas son opciones válidas, con argumentos sólidos detrás. Y ahí radica el inicio de la vida post-universidad: aprender a asignar recursos como tiempo, energía, dinero, atención. A diferencia de los exámenes universitarios, la vida no tiene respuestas correctas, solo respuestas.
El mundo y el sistema intentarán plantarles distracciones tentadoras: nuevos productos, publicidades, eventos, Copa América, Juegos Olímpicos, la nueva serie de Francella o la posible ruptura de Messi y Antonella. No se tomen la vida tan en serio como para no consumir la pavada de turno, pero no pierdan de vista lo importante: descubrir qué es lo que realmente quieren para su vida y luchar por eso. Si no lo hacen, otros lo decidirán por ustedes.
Todo lo que hagan está multiplicado por un factor binario: el coraje. No importa cuánto estudien o planifiquen, si no tienen el coraje de avanzar y tomar decisiones difíciles, nunca alcanzarán su objetivo. Y por seguro ahí estará el miedo esperándolos, pero eso es crecer.
Construyan su propio camino sin preocuparse por las opiniones de los demás. No se victimicen y no le echen la culpa a sus padres. Sean auténticos, escriban sus ideas, escuchen más de lo que hablan, muéstrense vulnerables y, sobre todo, busquen impactar positivamente en el mundo que los rodea. No busquen atajos. Todo gran proyecto es la combinación de una idea y trabajo. Trabajo y más trabajo.
El mundo está cambiando muy rápido, aun así, nosotros seguiremos siendo los mismos. Las metodologías educativas están bajo la lupa, nada está asegurado. Hoy ustedes dejan de ser consumidores para pasar a ser productores. Miren a la facultad como una oportunidad de seguir construyendo la mejor educación posible y traten de acercar lo nuevo a la facultad. Todo suma, nada sobra.
De todo corazón, gracias Alejandro por convocarme, gracias a la Universidad, gracias a todos ustedes por escuchar y felicitaciones a todos los graduados. Les deseo a todos la mayor felicidad del mundo.