Estudiante de la Facultad viajó a la Antártida a bordo del ARA Almirante Irízar
El estudiante de Ingeniería Naval, Matías Cruz, se embarcó hacía la Antártida en el buque ARA Almirante Irízar por 127 días para verificar los planos posteriores a su restauración.
El estudiante de ingeniería naval de la Universidad Tecnológica Nacional Facultad Regional Buenos Aires, Matías Cruz, viajó a la Antártida Argentina a bordo del Rompehielos ARA Almirante Irízar, en el que verificó que las obras realizadas durante su reconstrucción estuvieran acordes a los planos.
Si bien Cruz no proviene de una familia de marinos, desde muy chico se interesó por la historia de los barcos y el modelismo naval. “Había empezado a estudiar Ingeniería mecánica, pero el amor por los barcos me terminó por cambiar. Me costó tomar la decisión, pero en el año 2012 empecé a cursar en la UTNBA y si Dios quiere, ahora me quedan dos materias para recibirme y terminar la carrera este año”.
El alumno de Ingeniería Naval fue uno de los estudiantes seleccionado para emprender el viaje a la Antártida, que tuvo una duración de 127 días, en el que participaron estudiantes de otras Universidades como el Instituto Técnico de Buenos Aires (ITBA) y la Universidad de Buenos Aires (UBA). La realización de este viaje se produjo con motivo de una práctica de embarque de la UTNBA. “El año pasado la Armada Argentina les dio la posibilidad a los estudiantes de participar ya que esas universidades dictan Ingeniería naval en el país. Básicamente, estuvo abocada a estudiantes avanzados de quinto y sexto año y salí seleccionado. Me tocó ser parte en la Campaña Antártica de Verano. Esta Campaña consta de cuatro meses y por suerte pude vivir esta experiencia que fue inolvidable”.
Cruz, fue parte de la tripulación del ARA Almirante Irízar, un rompehielos perteneciente a la Armada Argentina, construido en 1977. El 10 de abril de 2007 el buque declaró un incendio en sala de generadores, al momento en que la nave se encontraba a 140 millas náuticas de Puerto Madryn, con 241 tripulantes a bordo. El siniestro destruyó el 80% del buque, pero en 2017 se terminaron las obras de reparación y modernización del barco, realizadas en el astillero Tandanor de Buenos Aires. “Lo importante es que se hizo en el país. Por lo tanto, fue mano de obra local y con proveedores locales. Si se hubiese hecho en el extranjero se hubiera perdido todo ese conocimiento y todo ese movimiento que la industria naval conlleva”, aseguró el estudiante de ingeniería naval.
El alumno no sólo destacó la importancia del viaje a nivel personal sino también a nivel académico, para poder completar su formación, conocer de qué manera se trabaja arriba de un buque y saber cuáles son las tareas de los tripulantes. “Traté de aprender y de meterme en todos los lugares posibles sin afectar el normal funcionamiento del buque. La verdad es que no tengo más que palabras de agradecimiento para toda la tripulación porque me hicieron sentir como en casa. Cuando caminaba por el buque y veía cómo trabajaban, los sistemas, el puente de mando, los instrumentos, las maniobras, el ir a la sala de máquinas y sus sistemas, son todas las cosas que ves a lo largo de la carrera y que de alguna manera los vas asimilando, uniendo. Es la conclusión de tantos años de estudio y de aprendizaje. Esta posibilidad y muy importante, para un ingeniero naval poder tener una práctica de embarque de este tipo antes de recibirse, para conocer cómo se trabaja a bordo, cuáles son las diferentes funciones, cómo se trabaja en equipo, es una experiencia increíble”.
Más allá de esta práctica y de la importancia que tiene para los estudiantes de Ingeniería naval antes de recibirse, Cruz tuvo una tarea puntual que debía realizar: “en el buque todavía siguen probándose sistemas y está asimismo en un período de garantía, con lo cual nos dieron una serie de planos y tuvimos que verificar que los mismos estuvieran conformes a la obra. Teníamos que ir a un lugar y chequear que esté como decía el plano. Luego teníamos que hacer un informe final para presentar en las Facultades detallando en qué consistió todo esto y qué aprendizaje nos dejó”.
Matías Cruz trabaja en la empresa Scania Argentina y si bien es conocida por sus camiones, también fabrica motores marinos. “Me da la posibilidad de trabajar con empresas pesqueras, empresas areneras y remolcadores en la industria naval. El 80 u 85 % de la flota pesquera usa motores Scania, así que me permite trabajar con este tipo de barcos y cada tanto poder subirme a una sala de máquinas y poder meterme en lo mío”.
Por último, tuvo palabras de agradecimiento para los que hicieron esta experiencia posible y así culminar sus estudios de la mejor manera: “a la Armada por esta oportunidad, a las autoridades de la UTN Buenos Aires, al Ingeniero Oscar Álvarez que es el Director de la carrera, al Ingeniero García Moreno que no sólo es personal de la Armada, sino que también es profesor de la Facultad y que fue el nexo entre los alumnos y la gente de la Armada en el buque, al Ingeniero Aníbal Cabrera que trabaja en la Armada y en el ITBA y que fue gran parte en el proyecto de la reparación de “Almirante Irízar”, al Segundo Comandante Capitán de Corbeta Sebastián Musa, al Capitán de Fragata Maximiliano Mangiaterra, a Javier Allende, estudiante de ITBA, que fue como un hermano esos días a bordo y a la familia y amigos por el aguante en todos estos años de carrera. Fueron muchos años, muchos sacrificios y ellos fueron gran parte responsables de que uno también esté llegando al objetivo porque solo hubiese sido muy difícil”.